sábado, 9 de agosto de 2014

El trueno

Los chinos conocían la pólvora desde al menos el siglo IX, el tratado Zhenyuan Miaodao Yaolue (datado en el año 850) , perteneciente a la dinastía Tang, deja claro que si se mezclan azufre, salitre, miel y algo llamado "rejalgar" se producen humo y llamas. De hecho advertía que quienes habían aplicado calor a este brebaje habían sufrido quemaduras en la cara y en las manos e incluso la casa entera en la que trabajaban se había quemado. Sin embargo, el primer uso militar conocido de la pólvora fue en el asedio de Tang en 904. Los ingenieros Tang utilizaron catapultas para lanzar trozos ardientes de pólvora de quemado lento hacia las posiciones enemigas. Era una mezcla de tecnologías antiguas y modernas, y parecían trabajar juntas muy bien. Las máquinas utillizadas en estas operaciones se denominaban fei huo o catapultas de fuego volador.

La Dinastía Song (960–1279 AD) fue la primera en la historia en usar una clase de cohetes propulsados con pólvora. Así como también un "lanzador atronador de nubes voladoras" (fei yun pi-li pao) mencionado en el escrito de Jiao Yu Huolongjing (s.XIV):

Los recipientes están hechos de hierro fundido, tan grandes como un tazón y con forma de balón. En su interior contienen media libra de pólvora 'mágica'. Se envían por el aire contra el campamento enemigo desde un propulsor; y cuando llegan a su destino se oye un sonido similar al de un trueno, viéndose también destellos de luz. Si diez de estos depósitos son proyectados exitosamente contra el campamento enemigo, el lugar entero estará en llamas.

La bomba de carcasa blanda, también llamada pi li pao o bomba de trueno, era esencialmente un tubo de bambú hueco con un fusible en su núcleo. Alrededor del bambú se empaquetaban unas 30 piezas de porcelana junto con la pólvora y capas de papel. Cuando se encendía el fusible, podían lanzarse desde las murallas de una ciudad asediada con un efecto devastador. La bomba de carcasa dura, o zhen tian lei ("trueno" o literalmente "trueno que agita el cielo"), era una variación del mismo concepto. Normalmente se les atribuye a los Jin, la dinastía de un pueblo jurchen que dominó el norte de China a comienzos del s.XIII. Las bombas tenían forma de calabaza y estaban hechas de hierro con un grosor de 50 cm. Cuando detonaban los trozos de hierro volaban por el aire como la metralla moderna. Básicamente estamos hablando del primer uso conocido de cartuchos. Es muy probable que el uso de cartuchos o bombas propias del trueno pasase a los truenos de mano o escopetas, siendo un rasgo típico de este arma que la diferenció de otras (arcabuces o mosquetes) que lanzan principalmente pelotas o balas.

El conocimiento de la pólvora y las pistolas se desplazó a Occidente por varias vías comerciales, incluída la ruta de la seda. Los árabes hacían de comerciantes intermediarios para más objetos que los de lujo, como la seda y las especias, y fueron también transmisores de nuevas ideas. Los europeos conocieron la pólvora por ellos. En el siglo XI los moros de Túnez, en una batalla naval que sostuvieron contra los musulmanes sevillanos combatieron con piezas cuya fuerza comburente, esplosiva y motriz les era conocida.

En el sitio de Zaragoza (1180), el rey Alonso I de Aragón hizo uso de truenos:

No se descuidó Aben-Ramir, en buscar gente de los montes de Afranc, y con infinita chusma de gente vinieron a cercar la ciudad de Zaragoza, y ordenaron sus combates, y labraron torres de madera que conducían con bueyes y ponían sobre ellos truenos y otras veinte máquinas. Conde: Historia de la Dominación de los árabes.

En el sitio de Silvez (Portugal), a fines del s.XII, el rey Sancho I mandó disparar a una torre con grandes tiros e grossos de polvora (Crónica de Sancho I de Portugal). Otro tanto sucedió en Niebla en 1256. En la expugnación de Córdoba por Alfonso el sabio, auxiliado por Aben-Juzeb que lo era de Sevilla en el año 1280, combatieron la ciudad con muchas máquinas y truenos (Historia de la dominación de los árabes). En 1279 Alfonso X empleó en su ataque sobre Algeciras maquinas de batir y truenos. En 1325 Ismail fue a cercar la ciudad de Baza que habían tomado los cristianos ; acampó y fortificó su real, combatió la ciudad de día y de noche con máquinas e ingenios que lanzaban globos de fuego con grandes truenos, todo semejante a los rayos de las tempestades, y hacían gran estrago en los muros y torres de la ciudad. Historia de la dominación de los árabes.

Cuando los musulmanes granadinos movieron su ejército en 1331 para atacar la plaza de Alicante, llevaban artillería y pólvora poniendo gran terror una nueva invención de combate con que llevaban pelotas de hierro que lanzaban con fuego. Zurita: Anales de Aragón. Esta noticia viene confirmada en una carta que el ayuntamiento de Alicante dirigió al rey Alonso IV de Aragón y en el que le decía que los moros habían tirado moltes pilotes de fer gitarles Ilnins ab foch. Abate Andrés: Historia de la literatura.

Juzel Ben Ismail, rey de Granada, marchó en 1341 a la conquista de Baza con el apoyo de Fez-Ali-Abul-Hasan y principiaron a combatirla con máquinas e ingenios de truenos que lanzaban balas de fierro grandes con nafta causando gran destrucción en sus bien torreados muros. Historia de la dominación de los árabes.

Dicen los historiadores árabes que en el sitio que puso a Algeciras el rey Alonso XI de Castilla en 1342, levantaron los cristianos grandes máquinas y torres de madera para combatir la ciudad, y los musulmanes las destruían con piedras que tiraban desde los muros y ardientes balas de hierro que lanzaban con tronante nafta que las derribaba y hacían gran daño en los del campo. La crónica de aquel monarca confirma este hecho, añadiendo que los moros de la ciudad lanzaban muchos truenos contra la hueste enque arrojaban muchas pellas (pelotas) de hierro muy grandes y arrojábanlas lejos de la ciudad que pasaban allende de las huestes algunas de ellas et algunas ferian en la hueste de que los hommes habían muy grande espanto; ca en cualquier miembro del home que diese, levavalo á cercen como si ge lo cortasen con cochiello et quanto quiera poco que homo fuere ferido d'ella, luego era muerto, et non habia cerurgia ninguna que le pudiese aprovechar, lo uno porque venia ardiendo como fuego, et lo otro porque los polvos con que la lanzaban eran de tal natura que cualquier llaga que ficiera, luego era el home muerto (5). Y en el capítulo 338 refiere que entraron en la cibdad cinco zabras e saetias cargadas de farina et de miel, et de manteca, et de pólvora con que lanzaban las piedras de trueno. Crónica de Alonso XI.

Por último en 1411 Pedro de Urrea ataca Morés utilizando para ello un trueno. El trueno debió ser arma de gran tamaño, pues en el inventario de un castillo español (1478) encontramos una barjoleta con pelotas y pólvora, un trueno de mano, un molde de pelotas, un cántaro de pólvora y otro de salitre, un trueno con un carretón. También tuvo su versión portátil llamada "trueno de mano", que los italianos llamaban scopietta y más tarde en España se conoció como escopeta.

Las citas arriba mencionadas sobre el uso del trueno en la España medieval fueron aportadas por Serafín María de Sotto (conde de Clonard. 1793-1862), hombre de gran sapiencia y prestigio en su época. Entre otras cosas fue teniente general de artillería, historiador militar y político. Su trabajo ha sido ignorado hasta tal punto (a pesar de haber pruebas fehacientes publicadas hace más de 150 años) que incluso hoy día muy pocos son los que piensan que España fue pionera en Europa con el uso militar de la pólvora. Imagínese el lector si estos manuscritos hubieran sido franceses o ingleses, sobran los comentarios. Les dejo con una interesantísima cita del señor conde con respecto al asunto:

Habrá quizás quien se resista a reconocer la artillería en lo que nuestros antepasados llamaban "trueno", apoyándose en la autoridad de algunos escritores que dicen ser el trueno una especie de almojaneque o fundíbalo. Pero se echa de ver fácilmente que carece de fundamento la opinión de estos escritores. Desde luego se observa en casi todos los historiadores que cuando hablan de los medios empleados para atacar alguna plaza, hacen una distinción de las máquinas y truenos, lo que prueba que estos últimos no pertenecían a la antigua tormentaria. Además el almojaneque y el fundíbulo no reconocían más fuerza motriz que la del brazo del hombre; y el trueno obraba a impulsos de la "tronante nafta" y "lanzaba pelotas de fuego, y lanzábalas tan lejos de la cibdad que pasaban allende de las huestes algunas d'ellas". Pero aún cuando no fuese esto así, aún cuando tuviese algún viso de verdad la opinión que aquí combato, no por eso fuera menos cierto que los españoles de ambas religiones fueron los primeros que conocieron y usaron la pólvora en Europa. Pues sábese por la crónica arriba citada del rey Don Sancho I, que en el sitio de Silvez se atacó "una torre con grossos de polvora" a fines del s.XII, y que en el siguiente hablan de ella varios escritores como de cosa existente y admitida en el arte de la guerra.

Probado ya el uso de la pólvora en España antes que en cualquier otro país de Europa cuadra también a mi propósito decir algo acerca de su elaboración. No ha faltado quien dijera que los moros eran los únicos que fabricaban la pólvora, y que de estos la tomaban los españoles. Pero este aserto no tiene más fundamento que uno de tantos paralogismos como crea la ignorancia o una crítica demasiado escrupulosa y suspicaz.

En España no escaseaba ninguno de los elementos precisos para la elaboración de la pólvora. Los españoles hacían un gran comercio de drogas, tanto del país como del Oriente, ya para la medicina, ya para diversas composiciones químicas. En los archivos monacales, fueros, escrituras, cartas-pueblas, tarifas de pontazgos y portazgos, aduanas, cuentas o "comptos" de la casa real de Navarra y en otros muchos documentos que he examinado detenidamente, se hallan datos que hacen mención del petróleo o nafta blanco, del nitro y salitre, azufre, alumbre blanco, tártaro, colofonia, pez griega, terebinto, bol arménico, serapia o sagapeno, glassa, amoniaco, gálbano, láudano, alleyron, cera virgen, triaca magna, alcohol, alquitrán llamado también nafta negra, alcanfor, trementina, mastich, incienso, sangre de drago, cañafístula y otras muchas gomas, resinas, sales y sustancias bituminosas.

Y siendo conocidas todas estas drogas en la Edad Media como lo estaban, ya por los castellanos, ya por los aragoneses y navarros, ¿dejaría de progresar la química y de caminar hacia su perfección? Verdad es que las preocupaciones de las época opondrían grandes obstáculos a sus adelantos; pero lo es también que muchas veces las mismas dificultades que encuentra la ciencia sobre su marcha, precipitan su desarrollo, porque sabido es que las ideas, cuando se hallan comprimidas, ganan en intensidad todo lo que pierden en extensión.

Esta consideración no deja de tener su valor en la cuestión presente. Ella induce a creen si esfuerzo que los españoles, cuando principiaron a hacer uso de la pólvora, no debían desconocer el secreto de su elaboración, sin embargo hasta principios del s.XV no se encuentra ningún escrito que nos revele los elementos que en ella entraban, ni las proporciones en que se empleaban. De este tiempo tampoco existe publicación alguna que lo manifieste. Pero desaraparece la incertidumbre y se desvanecen todas las dudas ante el manuscrito anónimo que tantas veces llevo ya citado y que no sin fundamento puede atribuirse al laborioso e inteligente marqués de Villena, cuyo laboratorio químico aún se ve en Toledo en la casa que vivió el israelita Samuel Levi, tesorero del rey Pedro de Castilla. En este escrito se encuentran varios pasajes en que su autor establece las reglas que se han de observar para la confección de la pólvora:

"Póngase en agua sal de nitro por cuatro o cinco horas hasta que se deshaga, luego tritúrese azufre vivo y échese en la misma agua con aceite de linaza hasta que se reduzca a una masa que se secará al sol; y seguidamente puede molerse bien, con lo cual se tiene la pólvora; témplese después el alumbre blanco con cal viva haciéndolo polvos, y en la cantidad que se quiera mézclese en la pólvora, pero guárdese de meter la mano porque es verdadera la receta".

Y en otra parte añade "esta pólvora es muy fuerte para romper cualquier cuerpo. Al efecto tómese dos partes de salitre y una de sal tártaro, cuatro de nitro y una de carbón bien molido, y de todo esto se hace la pólvora del cañón. Y si se mezcla esta pólvora con cal viva y clara de huevo le dará más fuerza para dañar". Por fin para otra pólvora de trueno previene: " Tómese un terrón de salitre de peso de diez y seis dineros, otro de azufre de tres dineros, y otro de carbón de sauce o de sarmiento, de peso de diez dineros, y con todo esto mezclado se forma una mezcla excelente". En el mismo opúsculo se halla otra combinación química de la cual resulta una especie de metralla, de que ha podido tomar origen el proyectil que con este nombre se usa hoy día en la artillería, quedando así destruída la presunción de los franceses que creen ser los autores de este invento.


"Se tomará doble cantidad de pólvora de lo que se ha dicho antes o sean cuatro libras y una mitad de pez, o sean dos libras; y todo esto se dejará hervir. En este estado tómense clavos puntiagudos que se calentarán un poco al fuego y se bañarán, formando tal liga, que a cualquiera parte que se dirija el tiro, incendiarán y aún destruirán las máquinas de guerra o ingenios. También se pueden meter los clavos en saquillos bien apretados a manera de duelas de tonel, mojando antes en el mismo ingrediente la punta del saquillo, y arrojándolos encendidos no habrá nada que se les resista".

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